Una de
las cosas que más me gustaban de ir a casa de mis tíos era que mi primo siempre
tenía el último ejemplar de la revista “Pulgarcito”. En ella, se desgranaba, a
través de varios cuentos dibujados en viñetas, las historias del pequeño
Pulgarcito además de otras más que, a modo de acompañamiento, nos iban haciendo
más amenos los ingenios del joven aventurero. De esta manera, conocíamos a
tipos tan peculiares como Tete Cohete, el Repórter Tribulete, Los Pitufos,
Pitagorín o el perro Lanitas. Todos, de una u otra manera, nos iban
descubriendo nuevas maneras de vivir el mundo y, sobre todo, nuevas enseñanzas
a la hora de afrontar los problemas. Huelga decir que cada vez que regresaba a
casa de mis tíos, volvía a abrir el cajón y allí estaba, como siempre,
esperándome, el último ejemplar de la revista “Pulgarcito”.